26.6.09

temprano amaneciò

Para mantenerse quieto hacìa falta una manta nomàs. Taparse por la espalda y dejar caer la lona alrededor del cuello, a determinada distancia podìa estarse uno quieto, arropado y con la cabeza mirando por la ventana.

Desde la torre se podìa contemplar la plantaciòn. Era de noche y la luz de la luna entraba por el hueco circular que se formaba en la pared.

Algunas flores hay que dejarlas. Es bueno el trabajo que con empeño y dedicaciòn hace que las cosas maduren por si solas. Ellas de alguna manera se manifiestan en la tierra, gracias a la luna y al agua. 

Por la noche llegar del trabajo diario y permanecer quieto un segundo, abrigando el alma y fumando algùn capricho se ve con màs claridad todo. 

Si el sol sale y uno sigue ahì esperando no debe ser motivo para preocupaciones ni arrebatos de ansiedad.

Todo se ordena de algùn modo. Con el èxtasis y el encuentro con aquellas pequeñas cosas que hacen que uno hace lo que hace. 

Y a empeñar sudor en el crecimiento de estas flores que el destino diò para elegir. Con amor y la frescura de los primeros dìas, con eslabones nuevos en la cadena de mandatos. Si el agua que derramàs es pura y està entregada con delicadeza es posible esperar una buena cosecha.

Para eso vive uno en estos parajes. Para volver y abrigarse en algùn tipo de pasiòn.