16.10.08

ojos rojos

Rumy lo interceptò en el vestìbulo. Venìa corriendo, con los guantes de làtex naranjas que tan bien le quedaban mientras fregaba y fregaba.
Desde esa noche de velas, balance, charla, discusiòn y contrarelato, desde aquella cama de una plaza que como dijo Bob Marley "We share the same room of my single bed" (la imagen màs romàntica...) la relaciòn no fue la misma.
Profesionalmente, intachables. Disimulando para cada uno de los demàs, actuando con frescura.

Pero algo se habìa roto. Tal vez sea el mal contemporàneo del macho posmoderno. Esa pasiòn fatua que se apaga luego de consumar, al derribar el mito del deseo y hacerlo real.
El miedo al enamoramiento. En fin.
Todo eso que hace que el hombre retroceda y la mujer avance.

Todo eso que gritan por doquier en nuestro 0800 de ayuda al pròjimo las mujeres.
"Son todos putos".
"Ya no quedan machos".
"Son todos cagones".

Al verla el Presidente se puso un poco nervioso. Habìa fumado marihuana a escondidas con Atilio y bien sabìa que Rumy no estaba de acuerdo con el fumar.
Atilio era el asesor legal en cultivo de la Noble Asociaciòn. El genio capaz de plantar 100 hembras sin sol. El genio capaz de fabricar licor con los machos.
El genio agronomo.

-Señor, quiero hablar con usted
-Sì, Rumy...ehh... decime

El presidente no podìa mirarla a los ojos.

-Tiene los ojos rojos
-Decime Rumy, decime que estoy apurado...
-Usted siempre està apurado desde hace algùn tiempo. Pero no me importa a mi. Yo sè la clase de hombre que es. Escucheme. Llegaron los diarios que me pidiò.
-Yo no le pedì nada
-Usted tenìa los ojos rojos cuando me lo pidiò, por ahi no se acuerda por eso
-Mmm...bueno...decime
-Tengo los recortes de los diarios de la zona intervenida. Saliò en varios lados...no sè...creo que debe mirarlo
-Uh, Rumy, no sè que harìa sin vos... pasamelos...
-Los tengo abajo, en mi cuarto, acompañeme y se los doy

El presidente la mirò fijo. No querìa jugar con Rumy.

-No. Alcanzamelos a la oficina, tengo que cancelarle a los muchachos. No voy a jugar hoy. Tengo que leer esto

Ella mirò para abajo, se encojiò de hombros y diò media vuelta. A los 5 minutos apareciò en la oficina, sin decir palabra, solo con el pelo recojido sobre el hombro derecho. Le dejò la carpeta sobre la mesa.

-Gracias querida

En vano intentaba el Presidente ser macanudo, en vano intentaba ser natural...

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