2.10.08

La Conquista del Desierto

Es preciso estudiarlo y afirmar sus divergencias, pararse de pie frente a los sentimientos por màs dolorosos y desastrozos o boicoteadores que puedan ser: asumirlos y golpearse la cabeza. Asumirlos y sacar la cabeza.

La vida no florece allì. Es interminable de sentir el vacìo que suena por los pisos de madera y por la poca fertilidad del hàbitat.

Es ideal para dejar de buscarte entre la gente.

La brava nostalgia de la pampa es la bandera que llevaremos a paso firme, la de aquel nuevo òrden mitològico nuestro, que no es foràneo, que no tiene anclajes Latinoamericanos màs allà de nuestra propia argentinidad y de su consiguiente latino-manierismo. No hay semillas ni guerreros rìtmicos ni estupidez forànea, sea yanqui o sea aborìgen, sea maya o sea yogurth, sea yoga o sea pachamamma.

Pretenderemos saber si el desierto es un lugar donde nadie debe de vivir. Un lugar que hay que colonizar para vivir en paz en medio de la inmensidad.
O si es un lugar que hay que colonizar para superpoblar, llenar de gente, de mujeres, de vida en familias, de sexo y vida, de carnaval.

Serìa ideal que deje de buscarte entre las mujeres.

Entender al desierto que està màs allà. Conquistarlo, con amor y paciencia. Con decisiòn.
Poder pensar al infinito, como un lugar sin estaciones, como un ritual sin decisiones.

El desierto no es infinito, comandantes. Es la brava nostalgia, lo inmenso del vacìo, de un vacìo perfecto donde las flores tambièn pueden crecer, incluso en nuestras manos y en nuestros ojos.

Tenemos una figura de mujer en la escarapela.
La tengo en la mano y creo en ella.
Ella quizàs me olvide. Quizàs se acuerde tarde. Quizàs algùn dìa se dè cuenta que la decisiòn està en el trabajo, la constancia y la tenacidad.

Quizàs el desierto sea el fortìn donde aguantar hasta que el agua se evapore y sòlo un avance tecnològico la suplante.
O simplemente sea la bella llanura que hay que habitar con paciencia.