25.10.12

algún día

Hay días donde pareciera que Internet conoce mis pensamientos: sabe exactamente qué situación de la cotidianeidad me enturbia; sabe que estoy gordo y me habla de las panzas y la depresión de los 30 en carteles con fotos de mitos y realidades en recovecos de salud, de yahoo! o de cualquier diario de la derecha; sabe que mis encías sangran y me asegura que es parte de algún trauma depresivo de la infancia con ciertas o probables connotaciones sexuales (como morder en sueños, como manejar en sueños y tantos sueños más) y muy común en el 70% de los varones en edad activa, en edad de guerra, de caza, de movilizar al mundo; sabe que un católico se sensibiliza especialmente con cualquier color de chimento que discrimine a los populistas de los no populistas, siempre con ese tono casual de quien no quiere la cosa.

Hay días en los que la vida es una bendición y uno recorre los pasillos de la rutina con primaveral soltura.
Celebrando sus misiones, aferrándose al mandato de la historia y la patria.
Hay días que amanece antes y meses enteros que llegan después.
El tiempo pone las cosas en un lugar, luego en otro y finalmente lo que se mueve son las ideas que tenemos.

Alguno que otro se la pasa cambiando siempre, por cambiar nomás y de tanto cambiar no cambia nada.
Nadie sabe qué es lo mejor.

Hay días en los que creo en el kirchnerismo, estoicamente. Que celebro las convicciones que me unen al movimiento y acepto mis credenciales y mi lugar del sur, colonial, argentino y de manos sucias y paladar cargado.
Hay días que lo retiraría de la escena. Dejaría el país en manos de cualquier zurdo o militante católico que haya por ahí soltando puteadas contra la presidenta. Dejarlo en manos de los tímidos dudadores.
Para ver si hay escarmiento entre tanta mezquindad. Ante tanta comodidad. Frente a tamaña necesidad.

De puro trosko nomás.

Hay días en los que creo que las feministas probablemente nunca consigan lo que buscan.

Hay días que miro para atrás y escucho a los Beatles y pienso que envejecen como envejecen las modas viejas. El rock se canoniza y se convierte en un molde donde ya no juegan los niños por que ahora hay viejos que tocan.
A George Martin habría que pedirle que nos devuelva lo que nos robó. Que saque todas esas tompetas y violines y los deje desafinar un poco y salir a hacer algún escándalo.
Los Beatles fueron la punta de lanza en los inicios del rock. Las megaestrellas jóvenes impolutas.
Fueron una fuente de inspiración para los progresistas del ´67 que tecnificaron al rock. Fueron vanguardia y supieron adaptarse (un poco) a las nuevas tecnologías.

Hay días en los que ese estilo aggiornado y ATP me recuerda más a Los Nocheros que a Iggy Pop. Más a Serrat que a Hendrix.
A los peor del Sueño Americano.
Los jóvenes de argentina nunca pueden andar preocupados por la cultura.
Mientras Kerouac salía a escuchar a Charlie Parker y los yanquis abrazaban las revoluciones de sus negros, mientras Los Beats diseminaban la revolución cultural jóven, acá Rodolfo Walsh tenía que andar ocupado de recuperar el cadáver de Evita porque el Gran Hermano no nos dió, como a ellos, la burbúja de la libertad.

Y hay días que creo que puedo probarle a cualquiera que los Rolling Stones son mucho más parecidos a lo que la cultura determinó que es el rock que los Beatles y que mientras convivieron discográficamente la diferencia ya existía, y con claridad.

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