26.1.12

el niño de oro

Cuando llegamos al bar y lo vimos repleto de gente pensamos -claro, Direct TV tiene secuestrado a Messi y te lo pasa encapuchado-. Ya Cristiano Ronaldo habìa puesto el 1 a 0 y la cerveza la enfrìaban en una frappera. No todos los bares que pasan fùtbol tienen Direct TV, no todos los bares venden la cerveza frìa.

Cuando estallamos en un mismo grito de gol tuve varias certezas.

La globalizaciòn està hecha: hay miles de porteños gritando goles del fùtbol de España. De la Madre Patria. 
El Barcelona y Messi son experiencias superadoras, donde la belleza derrota a la tristeza, donde las armas de la paz (el toque, la pared, la persistencia) superan a las de la tristeza (la especulaciòn, el vacìo, el empate). 
Los argentinos amamos a Messi, nos juntamos a amarlo, lo amamos tanto que ya podemos llenar Palermo y Belgrano de gente que lo odia y lo critica y hasta sufre cuando el niño toma el balòn y dibuja poemas en el pasto. 
Cuànta inverosimilitud. 

De esto hace una semana ya, por lo menos. Ahora los yanquis dicen que es el rey del mundo y que acà no lo queremos. Tambièn me han afanado un montòn de archivos que tenìa guardados en Megaupload. ¿Acaso el FBI me devolverà mis programas de radio?

A mi me parece bien que la gente se junte. A ver a Messi, a escribir una Carta Abierta, a sembrar una Plataforma de acero inoxidable, a dejar el escabio. Cada loco con su tema.

A veces parece que los que se juntan a discutir sobre polìtica sienten que el mundo no se puede cambiar, pero actùan como si fueran a cambiarlo. 
Supongo que a un antiperonista promedio le debe pasar lo mismo.

Los mùsicos juzgan a sus colegas por lo que hicieron y a sì mismos por sus proyectos.
La verdad es como Messì, se defiende sola.