20.2.10

el gato gaudio

A Yupanqui le preguntan por su caballo. Lo ven viejito y cansado y le ofrecen remolque, en un gran camiòn Kirchnerista que lo llevarà deseguro al matadero, al frigorìfico. En esos años algo embutìan con caballos; logramos adivinarlo.
Èl, profundo y siempre fiel a sus principios de gaucho de la tierra, se niega y por pura educaciòn responde nomàs -vaya, siga su camino-.
Su caballo va a tener la muerte que èl elija, la que el quiere, en su pampa, en su tierra, donde terminan los alambres y comienzan los espinillos.
-Malaya, triste destino, los caballos argentinos-.

El aire con el que cuenta sus coplas, la semblanza y el poder con el que cada palabra rebota en cada canciòn se dan la mano en Puan y Goyena. Tendrìan que dar Atahualpa Yupanqui en las càtedras de Filosofìa que allì se dictan.

A muchos pibes de la Uba les vendrìa muy bien comer aceitunas.
A muchos pibes de la Uba les vendrìa muy bien tomar alguna decisiòn.
Atahualpa fue un hombre exiliado, siempre perseguido.
Podemos por eso construirle un altar de velas y ponchos rojos, un aplauso para el cantor subersivo.

Con este tipo de argumentos un montòn de pelotudos iriàn a organizarle un festival.

Hace poco tiempo fui vìctima de un ataque de Kirchnerismo a mi cerebro. Estaba comiendo algo y vì a Josè Pablo, nuestro filòsofo preferido, dando una clase sobre Heidegger en la señal de televisiòn Encuentros.

Era interesante verlo al buen Feinmann moverse y gesticular, grandilocuentemente, con amor, como se hace el amor, con una platea imaginaria de miles de jòvenes entusiastas con el moverse y el desenvolverse del mundo.

Uno de los bloques del programa tratò sobre la relaciòn del filòsofo alemàn con el nazismo.

Por televisiòn entendì que Heidegger tenìa una romàntica visiòn del hombre del campo, una añoranza por lo rudimentario y la artesanìa, por el trabajo manual. Un punto desde donde mirar con asco el mundo actual y el mundo que te toca.
Mas o menos lo mismo que dice Arlt cada tanto.

La vaguedad de este concepto es un impedimento en cada cafè de Puan.
Como no puedo hablar con ellos, hablo aquì.

Supongo que tener cierta nostalgia de los gauchos es enfrentarse a distintas minorìas de peleadores que, en ocasiones tienen razòn, sobre todo al discutir con taxistas o con todas esas personas con mentalidad de taxista, pero que en ocasiones llevan sus pormenores retòricos a puntos insospechados.

Atahualpa tiene eso de Madadayo.
Nadie puede discutir que Madadayo (el de la peli de Kurosawa) no era medio facho. Era bueno y muy provechoso para su gente. Los escabiaba a todos y los hacia pasarla bien.
Los cultivaba.

Me lo imagino cascarrabias y complejo.
El rìo, siempre como piedra angular del movimiento, del paso del tiempo y del cambio de lugar.

Entonces hacer una reivindicaciòn del Gaucho es enfrentarse a un grupo de feministas que alocadas diràn: -Ellos golpeaban a sus mujeres y violaban a las indias-.
Y luego los procuradores de la xenofobia diràn: - Ellos degoyaban indios sòlo porque eran negros-.

Lo rudimentario, lo mìnimo, la fuente, las interpretaciones.

Bob Dylan y Atahualpa Yupanqui son dos ramas del mismo àrbol. Eso es complejo de aceptar para quien pone un filtro de antropologìa en la pecera de la mùsica.
Tipos de la tierra, tipos de su tierra.
Hombres diatònicos, fieles a las formas musicales ancestrales de su gente, trabajadores del espiritu de su pais.

A Dylan le preguntaron por Bush y dijo que -bueno, la gente lo querìa.-

Una persona deberìa aceptar lo bueno y lo malo del mundo. De las cosas que existen. De porquè son asì.
Si los intelectuales y los apàticos porteños tuvieran ganas de ver crecer a su paìs dejarìan de buscar una trinchera que no existe para afiliarse a la parla de la polìtica.

La pampa es la cuna de los sucesos màs sangrientos y conservadores de la historia nacional.
La pampa es la ilusiòn de la fertilidad argentina.

Es muy duro hoy dìa, para muchos intelectuales, ver que hay otros intelectuales aferrados al Kirchnerismo, defendiendolo, casi de corazòn, como quien compra una bolsa de algo que tal vez nos dè alegrìas.
Es muy duro porque para criticarlos a ellos hay que buscarse alguna pichila que los apoye de atràs. Algùn cartel de narcos o algùn diario para gente de plata.
No existe el medio en una coyuntura de polìtica tan polarizada como la que hoy existe.

Caer en la estùpidez de culpar a alguna de las partes, la oposiciòn o el gobierno, de este discurso de la polarizaciòn, es como acabar por primera vez y sorprenderse con lo que te saliò del pito. Sos muy pùber aùn como para enrolarte en cosas de grandes.

Atahualpa fue prohibido por su actividad polìtica y no por su poesìa.
Ni Peròn ni Videla ni nadie lo quiso, hasta el Partido Comunista lo echò.

Fabian Casas en el sitio TP hace una defensa medio glam de Ricardo Fort que es muy chèvere.
Vean ese lugar, ahì se juntan a discutir con bananas.
Fabian es buen escritor, ama a Spinetta y a Zepellin. Incluso es hincha del ciclòn.

Pero es medio cagòn para hablar de polìtica.

Los argentinos somos muy caretas.
Vamos a buscarle el escabio al Burrito hasta matarlo, vamos a gritarle drogadicto a Maradona hasta verlo tomarse un pase, vamos a gritar corrupto hasta que se acabe y sea màs còmoda la comodidad.

Quieren hacernos creer, a tipos como yo y a mis amigos, que nos estamos haciendo nazis.
Que estamos en la derecha junto a los de la derecha, mientras ellos, los librepensadores y los de la Uba, construyen con un ojo crìtico, un espacio liberador para el alma, para ver las estrellas.

Con filosofìa de argentino.
Con la parte que se deprime en cada final de cada Copa Davis. Con esa que arrima y se contrae antes de llegar. Y hace todo para perder.
Aguante el Gato Gaudio y gracias por ser como sos.