10.8.09

carta abierta

Por medio de la presente esta Noble Asociación Civil solicita la paciencia de veinte líneas. Un poco de clemencia nomás.
No es posible cambiar de tema así bruscamente. No es como cualquier gripe o mundial de fútbol; no es un arrebato historicista que desempolva alguna gema muerta del Pop, hace una película medianamente fidedigna, la muestra en cines y listo. Esto es serio. Se trata de la vida misma de esta Institución.
Cuando los derechos por sobre el edificio quedaron sellados. La habilitación pedagógica fue extendida. Los pintores pintaron las aulas. Rumy llegó del Paraguay. Tiene Dni. El proyecto tomó forma. La forma tomó vitaminas y las vitaminas dieron luz.
Los gomitas comenzaron a venir atraídos por la expansiva silueta de la propuesta educativa. Vimos cómo era posible generar desde las aulas una juventud más libre, menos atada al poder y conciente de la época que le toca.
El barrio nos perdonó. Al principio fue compleja la situación.
El vecino porteño ya sabemos que tiene un arsenal de conflictos sobre los cuales poner energía. Puede ser un menor armado, un conflicto gremial, una basura mal empleada, una muela pendiente, un corrupto, una evasión impositiva.
Nosotros tenemos costumbres y una profunda doctrina casi milenaria. Imposible de ser revelada a la gran audiencia en estos ámbitos de retórica y discurso.
Ya sabemos que si las flores crecen fuertes cerca de la pampa de la palabra, los resultados de la cosecha serán buenos, nuestros hijos comerán sentido y los extranjeros entenderán el significado.
Y también sabemos que si la pampa de la palabra retumba en los pasillos de la vida, por este maravilloso fenómeno comunicacional que esta acaeciendo a través de esta solicitud, y las pequeñas cosas que nos hacen bien acaban por disolverse entre confusión y desamor, pues bien.
Hemos incurrido en un nefasto episodio epistolar que sólo puede depositarnos en el muelle de la melancolía, la nostalgia, el desagravio y la falta de mística.
No queremos eso, ni revelar cuestiones que no le incumben a nadie.
Es para esta Noble Asociación Civil menester cuidar su imagen socio ambiental en estos tiempos de crisis.
La aceptación vecinal fue uno de nuestros grandes primeros logros. Al principio nos vieron como un movimiento New Age, como esos establecimientos del orden privado donde muchas personas envían a sus hijos a ser estimulados.
No somos eso.
Luego nos vieron como una orden cristiana disidente. Con sus ritos y sus cosas oscuras.
Eso nos confundió un poco. Sin embargo, no nos haremos jamás cargo de aquellas argumentaciones caprichosas en contra de esta Institución.
Luego vino el tiempo de la sinceridad y la confianza.
Al principio fue difícil. Fue como una mediación de esas que hacen los CGP pero en un bar de la zona.
Estaba el Presidente de esta Noble Asociación Civil (algo cansado) y Rumy en representación de Caja de Goma. Por el lado vecinal, 2 señores propietarios y una joven inquilina de un departamento lindante al Edificio.
Esta era un época del staff (docente, dirigencial, operativo y funcional) de grandes bacanales hedonistas.
Había confusión entre la vida diurna y la vida nocturna del Edificio. Hubo que ser claros.
Se pactaron obras de acustizaciòn. Se hicieron. Se pactaron pautas higiénicas y de convivencia. Se hicieron.
Si bien todo acto de sinceridad conlleva orgullo y pasión, es fidedigno como si alguna forma de verdad fuera posible y fuera ésta la única que hay para dar, también atrae debilidad y exposición, invita a ver algo desnudo.
No es fácil.
No es fácil sostener una bandera. El mástil es pesado. El brazo flaco de la comunicación, la promesa educativa de un futuro mejor, la solvencia, la presión fiscal, las novelas por televisión, el enroque de corazones.
Quisiéramos, por medio de la presente, manifestar un acto de sinceridad absoluto, rotundo, imposible de franquear.
Pero preferimos no hacerlo.
Hacerle caso al marketing. A los malos presagios. A las cosas que se mueven solas por la noche en la cocina.
Elegimos llamarnos a un silencio atroz y desentendido. A concentrarnos a las aulas y a los operativos nocturnos. Los tiempos cambiaron.
Estos tiempos son de insípida velocidad.
De argumentaciones interesadas, incluso para nosotros ha sido así.
Hemos violado el contrato ético con el discurso por que algunas de las flores de la huerta, de la maravillosa huerta que construimos, brillaban más a la luz de la luna. Y esa luna era una construcción onírica de nuestro discurso. Porque solo es la luna. La misma luna de siempre. La luna es igual en todos lados, eso no se cambia.
Hemos torcido la gema y queremos recomponerla.
La miseria del discurso es emplearlo. Los objetos no deben jamás de confundir los objetivos. Eso es algo que les dejamos bien en claro a los gomitas cuando tienen la edad suficiente y la madurez necesaria.
Hay rosas que se cuidan y se miman, se aman y se curan y hay rosas que lastiman cuando las acaricias.
Hay tiempo para todo. Y el laberinto que nunca construimos esta ahí nomás, al alcance de nuestras manos.

1 comment:

jovenpromesa said...

Oh señor de goma. Gracias por tan notable texto. Me parecio increible... o fue solo mi buen humor de viernes... no creo... Es casi como alguno de esos textos viejos q anda girando por ahi.