25.11.08

dulce y amargo

En la vereda del sol, esa que nos està esperando cada vez que miramos para arriba, yo caminè lento el domingo, al salir de la parrilla del deporte donde el Chucho nos habìa empapado de sudor.

Un vacìo con ensalada, coca cola y la charla casual con los comensales, fanàticos del deporte.

Vì un perro sediento y una mujer con un vestido de una pieza, ideal.
Un policìa que comìa en su patrullero mientras su compañero fumaba cigarrillos. La porciòn fue una cortesìa de la casa, parece.

Esta vez no hubo tierra roja, nos preguntaremos por què traicionamos la nuestra; si la nuestra es la de mirar alrededor con ojos de nativo en lugares donde tus ojos son los del turista màs esperanzado, porquè entonces dejarnos aplastar por la inercia.
Es por el calor, me imagino.

Me imaginè que el Chucho es un pobre tipo como cualquiera de nosotros. Un argentino luchador y amargo. Que ahora le van a caer con el hielo de la espada para cortarle la cara por lento.
Por haberse deprimido sin motivos.
Me imaginè a la bruja Veròn y a Romàn Riquelme. Volviendo de sus mundiales, mirando por la ventanita, sin entender porquè no fue esta vez, la vez que tenìa que ser.

El aeroplano pasò por arriba del pais y viò un poco de subdesarrollo, un milagro entre la elite del tenis, entre las elites de todos los aspectos de la vida.
Ahì nomàs se dijeron "bueno, no està tan mal, tampoco somos La Francia".

Cuando ya estaba viendo el aterrizaje me dì cuenta que tenìa que estar atento al tràfico. Un tachero me puteò de arriba a abajo por cruzar mal.

Me sonreì pensando en el juicio a Macri que le podria hacer mi familia si me hacia mierda por chocarme contra algun poste de toda esa obra pùblica que hay por ahì.
Pero me acordè de Cromañon y me puse serio.

La guerra de los kioscos comenzò para mi. Uno no tenìa philips. El de enfrente me los negò por haber ido al de enfrente. Siempre te venìs a morir acà.
Eso me dijo.

Nos puteamos en formas y tiempos verbales. Hace 14 años que tenès un kiosco, sos un pelotudo, viejo forro.
Me quiso sacar los puchos y lo mandè a cagar. Dame mi vuelto o te mato a vos y al gato blanco de mierda ese.

Me dijo amargo.
Sos un amargo, pibe.

Volviendo a casa, los muebles me empezaron a hablar y yo no se que decir.

Llamè a un amigo peronista. Necesitaba su opiniòn popular.
"¿somos amargos, decime, somos los argentinos amargos por naturaleza?"

No, es una cuestiòn de clases.

Cortè y llamè a un gorila que vive en el zoològico.
No, nunca ganamos nada bajo gobiernos peronistas.
"¿que tiene que ver? ¿somos amargos?"

No. Son 4 tipos que perdieron una final.

Cortè de nuevo.

La argentinidad se cocinò en la sartèn con los huevos y la manzana para la torta.
En la dulzura de la tarde comenzè a tirar azùcar a mi pecho.
Me lavè la cara, abrì las cortinas y pensè en barrer.

Es una amargura tener esto asì. La cara rota y el espejo dañado.
Tomè la esencia de vainilla y la derramè por el piso.

Me imaginè de golpe bailando contigo ahì, en la pista de azùcar, quitandonos por un momento toda la amargura de vivir sin saberlo, de dejar que el tiempo paste y se coma todo lo verde y hermoso que hay para mirar.

Si sabìa mis limitaciones iba a estar màs cerca de alguna forma del èxito.
Algo que tenga que ver con la ciudad, con la locura y las personas. O algo que tenga que ver con el desierto hermoso, con la paciencia de la mente.
Algo que tenga que ver con la paz y entenderse y entender.

Algo muy hippie y romàntico. Cristalino como que los polos estèn de acuerdo.
En toda la tarde hubo solo una buena noticia.

Habìa encontrado algo que negaban los 2 bandos. Algo en comùn entre vos y yo.