el oráculo

En reunión de comisión directiva se discutió fervorozamente una cuestión práctica.
Importante a la hora de tildar o no a la gente. Importante a la hora de entender de qué hablamos cuando hablamos.
Uno de los más anticuados; uno de esos que ante cualquier mínimo atisbo de talento señalan: "este tipo es un genio",¨pudiendo referirse tanto a un Carlitos Tevez como a un cheff consumado o a un Paul Mcartney; dijo que hay una línea que separa a los elegidos de los otros. Y esa línea es proporcional al tamaño del cerebro, por ejemplo, de estos talentosos especímenes.
Otros señalaban que tal cosa no existe. Que no hay genios ni talento alguno. Que todo es una cuestión de gustos. De disciplina también.
Entonces el oráculo de goma. No cabía otra manera de solucionar esta cuestión. No hay otro modo de solución ante cuestiones metafísicas que la fé. La maravilla.
Inventamos un oráculo, usemoslo entonces.

El oráculo dijo que es importante entender que las expresiones van de la mano del paso del tiempo. Que el arte es uno. Que aquello que se llama genio es tan banal (sic) como aquella que se llama Nicole. Que el tamaño del cerebro de Prince es igual de Alejandro Lerner. Y que aquello que distingue a un artista de otro es el nivel de influencia que ha ejercido sobre otros artistas. "No es que Calamaro sea buenísimo lo que lo distingue. Es que los demás nos hacen acordar de su vigencia. Están bajo su influjo"
Ni el consumo de su arte, ni la belleza.
Porque las cadenas se arman de distintas argollas. Mencionó algo que no llegamos a escuchar con claridad. Algo así como que el que era buenísmo era el hermano.

Entonces nos unimos a pensar. Claro, dijimos elocuentes, el bueno era el hermano de Fito.
Con razón esas canciones sobre lo que es importante.

No importa Fito, ya ves, el oráculo dice que no importa si sos el mejor o el peor.
Además, sos un goma total.