5.5.13

De afuera

Cruzando la calle, en la ventana que està justo a la altura de mi ventana vive una jòven pareja. Ella debe ser profesional y èl no, por còmo se viste tiene un trabajo que no le gusta o que no le importa perder.
En ocasiones los veo haciendo el amor, olvidan bajar la cortina o piensan que no hay nadie del otro lado de la calle.
Son dulces y un poco previsibles. Pero les gusta darse amor. Incluso cuando se pelean se nota que se quieren. Se gritan mucho y con intensidad y se arreglan y se preocupan.
No es que los espìe todo el tiempo. Es que suelen ser sucesos que se encadenan, o que se pelean y se aman o que se aman y al rato se pelean.

Los colectivos zumban un murmullo permanentemente entrometido.
Todos los pensamientos y las visiones se congelan hasta que pase el ruido motor.

Una mañana que volvìa a casa me detuve a mirar el amanecer por sobre los edificios, entre el adoquìn y el tango.
No habìa a la vista màs de cuatro àrboles.

Es asqueroso vivir en una ciudad.
Cuando comento que censo a censo la gente se aleja de las ciudades siempre me miran incrèdulos. Es la verdad màs apasionante de todas.

Se alejan de sus pagos para seguir penando por ellos. Dejan de ser ciudadanos de la ciudad para ser ciudadanos en internet.
Con la informaciòn que hay hoy en dìa, uno tal vez pueda adaptarse y entender los pormenores que discuten los hombres y las mujeres ocupadas, todos y todas los que estàn preocupados por el desarrollo de algùn asunto.

El otro dìa me pasò algo terrible.
Vì, por ejemplo, al novio de una amiga haciendo algo indebido.
Me tuve que emborrachar para descubrir cual proceder debìa de abordar.
La paciencia de sentirse derrotado.
Todavìa estoy pensando què debo hacer.

Pero estoy convencido que no hay nada peor que ser uno de esos que hablan desde afuera.

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