21.11.09

amores gatos

Los dìas fueron grises y opácos, diferentes entre si. Las hojas del otoño se fueron volando lentamente y el aljibe volviò a asomar su cabeza.

Algunas veces El Presidente se subiò a la cubeta y bajò a meditar allà abajo.

Lo hacìa siempre despuès de la partida de los ùltimos. No quería que nadie lo vea haciendo eso.

Fue complejo pensar còmo hacer para descender y ascender solo.
Porque alguien debìa de hacer correr la guía desde arriba para que suba el bote con agua.
Sin embargo, despuès de dìas de matemàticas y cuentas se las ingeniò, solicitò ayuda a Pepe, el ferretero amigo, y se fabricò un sistema de autosuficiencia eficaz y prolijo.

Abajo tuvo algunas visiones.
Varias monedas y objetos varios descartados.
Se preguntò si todo esto no estaba contaminando el agua que bebìan los gomitas.

Habrìa que hacer un anàlisis de contaminaciòn, tal vez el año entrante.

Iban ya 13 dìas sin Rumy, el decoro del Edificio estaba medianamente encaminado.

Èl abandonò toda actividad pedagògica para suplir la ausencia de su compañera. Bebìa menos y fumaba sòlo por las noches. Ya no usaba traje y zapatillas, andaba de delantal por ahì.

Queda poco tiempo de clases y no pudo confiar en las chicas que fue probando asì que aceptò que era Rumy o nadie.

Lo que màs le divertìa era bajar al aljibe y fumarse un pucho abajo. Una pipa y un pucho, esa era la medida de la reflexiòn.

El dìa 13, dìa de religiòn, dìa de oro en la regla femenina, dìa de mala suerte si cae martes, mientras realizaba su ritual de fin de jornada, mientras se debatìa entre la màs formal de las defensas a Maradona (anclada en sus posturas polìticas atravès de los años, las contracumbres junta a Chavez y a Fidel y al hippie de Manu Chao, su oposiciòn a Macri cuando èste asumiò en Boca, el chupenla y el winchester con el que matò una tarde de dureza y paranoia, disparandole a periodistas como ellos le disparaban a èl, matando mal bichos como Ramòn y Passarella y ahora tratando de educar a un antisocial como Romàn), cantaba algunos temas de Plan Autral, que sin dudas eran la gran contenciòn musical de estos tiempos, tuvo una frase en la punta de su lengua que lo hizo escupir una bocanada y casi perder el equilibrio y caer en la napa de esta Noble Asociaciòn Civil.

"Estoy ordenando todo de afuera para adentro".

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Hugo condujo con Rumy por calles que Rumy no conocia y eso la asustò un poco. Sin embargo, en ningùn momento de la charla ella sintiò que èl podrìa llegar a hacerle algùn mal: o Hugo es un violador educado o simplemente es un buen tipo.

Èl nunca le preguntò sobre los motivos de su huida, si huia o què hacìa.

Es màs, en un momento soltò un genial: "como el tango, no me importa lo que has hecho lo que haces o lo que haràs". Ella se riò varias veces en el trayecto Moròn-Liniers.

Al llegar a Ramos, Hugo jugò su carta.

La invitò a comer, le dijo "vamos doña, si tiene un micro de 40 horas por delante, regalese un gusto, cenemos algo en la parrilla de Don Vittorio, yo la invito, comemos, la alcanzo a Liniers y se va".

Rumy sonriò y le dijo que no, que estaba bien por hoy, que muchas gracias por el aventòn pero que no se sobrepase.

"Usted sufre una pena de amor".
Y Rumy lo mirò sorprendida y no dijo màs nada. Siguieron hablando, de lo caros que estaban los celulares. Ella le dijo que tenìa uno en secreto, que nunca se lo habìa dado a nadie pero que lo tenìa por si algùn dìa le pasaba algo en alguna calle oscura y necesitaba hacer un llamado de urgencia.

Hugo la mirò y se sorprendiò. El 504 avanzaba tranquilo, ahora por Rivadavia.

Cuando cruzaron la frontera que divide a Scioli de Macri, èl le explicò que el 21 la llevaba (o eso creìa) y que de todos modos el se tomarìa el tren hasta Primera Junta o inclusive hasta Once y ahì algo hasta Retiro.

"Mire Rumilda, le dejo mi celular por si le pasa algo, no me dè el suyo, anote, cualquier cosita me llama y la ayudo, es usted una buena mujer y està sola y no quisiera desayunarme mañana una fea noticia en algùn diario y sentir que podrìa haberle ayudado, esta zona es fea y Retiro es màs fea".

Rumy se sonrojò un poco y aceptò el papelito con el nùmero.

Se saludaron, bajò del coche.

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El 9no dìa fue el màs duro para El Presidente. Ese dìa sintiò como todo se le iba de las manos. Còmo el recuerdo se hacìa carne, un recuerdo que no llegaba a entender, porquè sentìa tanto la pèrdida de alguien que èl habìa desairado sentimentalmente, cuanto tiempo habìa pasado desde que estuvo tanto tiempo tan solo, tan solo que ya podìa reconocer en su forma de respirar el advenimiento de un pis o del hambre.

Ese dìa tuvo el crìtico intento de vaciaje de la bodega. Se levantò tan borracho, era sàbado pero no importaba, estaba tirado en su despacho del Edificio, seguìa en pedo y ayer no le habìa pasado nada. O eso pensaba.

Mirò el celular y viò los mensajes que tenìa en la bandeja de salida y en la de entrada.

Terrible, mensajeò a todas las minas que pensò que podìan venir a sacarlo de este pozo y todas le dijeron que no por H o por B.

Era obvio que a medida que fueron pasando las horas cada vez estuvo màs en pedo y le resultaba màs gracioso ser guarango. Lo mismo con las respuestas, de compasivas pasaron a ser agresivas y terminaron sin responder.

En la bandeja de Cds estaba puesto La Hija de la Làgrima y eso no le recordò nada pero le diò la certeza de que habìa terminado triste.

Se lavò la cara y abriò la bodega.

Agarrò en un canasto y puso los J&B, la ginebra Bols y los 20 vinos que hacìa 10 años habìan fabricado y eran un elixir y una inversiòn importante.

Se asomò al patio y llorando arrojò el wiskhey y la ginebra (eran 2 o 3 botellas de cada cosa). Con el vino no pudo y eso lo hizo llorar un poco màs.

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Cuando el colectivo estaba por venir Rumy sacò su celular y sin pensar en nada llamò a Hugo y le dijo que le parecìa bien ir a cenar. Que lo esperaba donde èl la habìa dejado.

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Su departamento era un asco. Rumy no lo limpiaba, pero se ve que su presencia lo obligaba a mantenerlo cada tanto, algo de lo que ella irradiaba, cierta energìa higiènica.

Viò a la pobre Cristina, estaba algo enojada con èl. Asì que le habìa meado la cama y el portatrajes. De alguna forma la genia habìa abierto la heladera y habìa logrado subsitir estos 3 o4 dìas (ya no recordaba cuàntos) que El Presidente habìa estado sin darle de comer ni de beber. Sin siquiera mimarla un poco.

La abrazò entre sollozos: como esos tipos de las pelìculas que despuès de pegarle a la mujer lloran y la acarician, piden perdòn.

O esas madres que luego del desvarìo, de la golpiza al niño, toman conciencia de su monstruosidad y lo mismo, lloran mientras abrazan.

El Presidente por vez primera pensò firmemente en cerrar Caja de Goma para siempre.

Tomò a Cristina, el porro que habìa venido a buscar y volviò al Edificio vacìo.

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Del cuarto de hotel de al lado se podìa presumir que habìa por lo menos 8 personas teniendo una flor de orgìa.

Rumy se encontrò sudada, acabàndo por vez primera en casi 10 años, toda adherida al cuerpo sudado de Hugo que la sostenìa encima suyo. Ella lo abrazaba con piernas y manos y se quedò en silencio luego de concluir. Los dos estaban callados.

¿Los de al lado habràn pagado lo mismo siendo 8 que nosotros siendo 2?

Esto le dijo Hugo para romper el silencio y ella riò tanto, y le diò un beso en la frente mientras le acariciaba el pelo.

"Que suave es tu piel".

Eso le dijo Rumy a Hugo, mientras le recorrìa la espalda con las manos.

Hugo levantò el tubo y le dijo al conserje, "vamos a pernoctar jefe, ¿podrìa ser en otro cuarto, viò que al lado hay un congreso de medicina...?"

Ja ja ja, Rumy reìa, Hugo reìa y el conserje reìa.

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El Presidente empezò a dormir en la cama de servicio de Rumy, con Cristina, a quièn lo costò mucho estar còmoda ahì. Porque el olor de Rumy y el olor de Cristina son el olor de la disputa por un varòn.

Con la negra se amaban por la mañanas, èl la acariciaba con sus pies y ella al pie de la cama se estiraba toda para dejarlo hacerle. Despuès ella venìa y le mordìa la barba y ahì era la hora de agarrarla y retorcerla y darle besos por toda la panza.

A levantarse, afuera hay un mundo lleno de inseguridades y un patio lleno de mugre que barrer.