5.1.09

la maquina que hacia pajaros

Parecìa una granja donde la gente plantaba sus tomates, tomates rojos y fuertes, de buen tamaño y poder nutritivo.
Todos ahì se iban de cuerpo en buena forma: con regularidad y consistencia en la devoluciòn.

El tema era simple a esta altura de su vida: si la trasnoche ofrece algo màs que pelìculas hay que hacer algo al respecto y encontrarlas. De lo contrario solo queda esto. Sentarse con binoculares a imaginar una buena trama en un decorado que no es de ficciòn, un decorado vivo y colorido.

Empezò con las peliculas cuando decidiò dejar la mala vida, intentar adaptarse un poco màs a los horarios, se diò cuenta que la gente, todos sus compañeros de trabajo (trabajaba en un sector verde de la municipalidad) y todos los futbolistas amateurs, el portero del edificio y sus ex novias, todos dormìan màs, se alimentaban mejor y llevaban una vida màs ordenada.

A èl, con claridad, no le interesaba el orden sino la felicidad.

Encontrar algo, una forma de ir por ahì sin sentir peso o agobio, sin sentir tal soledad. La felicidad, por otro lado, le daba un poco de risa y a menudo encontraba a la gente que se declaraba feliz como negadores, infelices crònicos.

Viò todas las que pudo de Win Wenders. Saltò por Paris, Texas, se preguntò si es cierto que algo nos quiere decir con Las Alas del Deseo y detestò la del hotel de Mel Gibson.
Siguiò con Kitano, todas muy buenas. Salpicado de Woody Allen, a veces genial otras veces tan repetitivo como Francella con el correr del tiempo.

Con Jarmush hubo onda desde Mystery Train. Nunca se sintiò defraudado por Jimbo.

La noche de la saga Kill Bill creyò volver a creer en Norteamerica luego de ver la primera. Tanto que bajò al kiosco bar y se llevò 3 porrones de Quilmes (viene mucho màs rica en envase pequeño) antes de ver la segunda.
La segunda es una joda, todo lo que fue construido con maestria en la primera es un cocoliche en la segunda. Comprò 3 Quilmes màs y se puso a escribir como un demente en su vieja màquina de escribir.

Èl no duda cuando dice que los floggers de veintipico usan facebook. Que los emo de veintipico tienen un blog.
Tampoco duda ahora, cuando va buscando por Ezeiza un rancho para mirar y pensar y llevarse una instantànea imaginaria de lo que allì dentro sucede.

Escribe que las trasnoches son para mirar casas e imaginarse cosas; escribe que hay un objeto de deseo despuès de todo; escribe que en el gran buenos aires el aire es por lo menos màs natural; escribe que podrìa conocer mañana mismo a una mujer grandiosa que haga olvidar de un plumazo cualquier ocupaciòn bucòlica; escribe que en el fondo el amor es tan puro como cuando eramos niños y que sòlo espera una señal para hablarte y convencerte que aquello caducò como caduca el ciclo del agua; escribe porque el sueño no llega y no hay casas marcadas.

Cuando se detiene y piensa, un perro de la calle aparece y lo mira. Lo mira fijo y no le ladra ni le huele el miedo. Pasa a su lado y dobla allà adelante, donde termina la esquina de tierra.
Lo sigue.

El perro estaba esperándolo cuando dobla, al verlo da la vuelta y sigue avanzando. Dobla de nuevo, se empieza a escuchar música.

La calle se llama Lezica. Es una cortada.
Hay una pareja de unos 18 años cada uno. Tal vez 19.
Puede oír perfectamente lo que estàn hablando.
La chica le dice que se va a vivir a Italia pronto y que quiere pasar con èl unos dìas antes.
El chico le dice que si. La chica que tiene que solucionar una cosa con un tal Diego.
El chico le jura que un dìa va a cambiarle el nombre a esa calle.

El perro empieza a ladrar fuerte y se detiene en la puerta de un lugar donde estàn tocando mùsica.
Es una banda alemana.
Estàn tocando un tema de nuestro rock argentino.

Que se puede hacer salvo ver películas,
sueño con la actriz que se seca y mira el mar,
mi corazón es de ella,
mi mente está en las estrellas.

La confusiòn se acaba cuando el dìa aparece y ya la trasnoche es otra vez pasado.
Al darse vuelta y comenzar el retorno, Lezica ya no se llamaba asi.
Dìce algo con J.