2.7.08

el jardin de las delicias

El jardinero amanece temprano y camina hacia los canteros.
Allì realiza su trabajo minuciosamente. Con la paciencia inglesa y el tezòn canadiense.
Su vida no es la gran cosa. La gente lo quiere y le permite no realizar algunas tareas comunales bàsicas.

Los recolectores de basura, esos heroes silenciosos, tocan su timbre, no esperan que el se digne a sacarla.

Es que la gente de este pueblo tiene respeto por ciertas aptitudes.

Los choferes lo esperan si lo ven venir con la regadera y los corta-tallos.
El precio se redondea para abajo, si pide medio kilo de pan le dan tres cuartos y le guiñan el ojo.
Las mujeres se le insinùan con ternura porque ternura es lo que El Jardinero puede darles.
No tiene la maldad que domina y conduce.

Asì. Todo asì.

Sin embargo.
En su interior hay viejas inquietudes que repite para sus adentros mientras perfecciona su arte jardineril.

Le es imposible encontrar un amor basado en una pulcra sinceridad.
No cabe, no entra, no se manifiesta en forma de principio moral, es un simple dolor de pecho ante cada flagelo a la monogamia.

Sus ojos son atentos y èl ve los movimientos silenciosos de las mujeres casadas del pueblo.
Sabe donde paran los camioneros que pasan con los làcteos y la carne.
Y sabe que allì pasean algunas señoras mientras sus maridos cansados descanzan su cerebro en alguna rutina.

Ha pensado en abstenerse completamente de todo.
De dejar por fin el sexo y las relaciones sociales.
Enfocar con religiosidad.
Huir a donde no lo conozcan y montar su propia Babilonia, con sus hermosos jardines.

El Jardinero nunca se sintiò catòlico.
Siempre viò en las rosas y los claveles sus vìrgenes a adorar. Se sintiò un hombre de su època, persuadido de la hipocresìa que lo rodea.

Asì y todo, incluso con su magistral manejo de la horticultura, incluso con la inquietud profunda de dejarle algùn avance a su materia de amor y trabajo, con la esperanza de comulgar con la honestidad del alma y el amor, no encontraba còmo no sentirse vulnerable con facilidad.

No podìa evitar sentirse ajeno.

4 comments:

Anonymous said...

Qué curioso. Hasta ahora siempre había pensado que este blog lo escribía siempre la misma persona. Hoy me he dado cuenta de que no es así. Vale, soy lenta!!
En fin, este jardinero es un consentido!!!
Besos

Álvarez Gómez said...

Goma, me encantó el texto.
Un abrazo de Álvarez Gómez.

Anonymous said...

me encanta esa combinación de corazón e imaginación.

me encantó.

abrazo!

Anonymous said...

impecable. esa austeridad que derrocha emociona.
brindo por los que no necesitan desperdiciar y redondean para abajo.
abrazo grande del tezon canadiense