12.12.06

Catastrofes naturales- capitulo II

El niño jugaba en su casa de provincia.

En el suburbio de las luces metropolitanas. La pobreza lo obligó a contentarse con cepillos de dientes. El pulgar y el índice hacían las veces de brazos. Las cerdas de cara. Se sucedían luchas, aventuras plagadas de acción. De héroes.

La vida del niño era plena. Canturreaba su propio inglés alrededor de una calesita imaginaria en su patio. Él era su propia radio. Su imaginario amigo lo acompañaba al boliche. Donde las copas y los rituales adultos.

Romero. Cuando estaba solo, venía Romero. Y así nunca estaba solo. La casa era inmensa. Se caía a pedazos, pero era inmensa. Se respiraba desdicha. Los últimos años intercambiaron muertes por nacimientos. Una generación quedó en el medio, atrapada.

Pero el niño era niño y el ambiente mayor de la casa tenía un bosque. En el costado pequeño de un rectángulo, que hacía las veces de fondo, había una pared empapelada. La foto era un bosque. Pero el niño no lo supo hasta después.

Hasta que la humedad no comenzó a despegar los bordes del tapiz; no comprendió que aquello no era una preciosa alfombra verde, repleta de hojas de otoño y pasillos surcados por árboles de enorme altura. No comprendía y sólo contemplaba con el mismo estupor de aquellos que miran el agujero del tiempo, el espiral infinito.

Le tenía un respeto solemne a ese bosque. Allí debía vivir una familia de leñadores, huraños. Un perro enorme cuidaba la zona. Avanzar era inútil. El tiempo hizo su paulatino trabajo. Comenzó por arriba hasta dejar la pared desnuda.

El niño entonces lo supo. Y se entristeció por siempre.

No comments: