2.11.06

Catastrofes Naturales- capitulo I

La lluvia tapó las calles de agua. Cada cuadrante de cada reloj de cada cruce de avenidas, mojado.
Fallaron las centrales eléctricas. Con ellas la telefónica y las estaciones de combustible.

Ahora, sin tiempo ni energía, la especie se sentía descolocada. Había perdido esas nociones superfluas que la contactaban con sus costumbres.

Sólo quedaba la ciudad inerte. Los restos de la civilización.
Pasillos de asfalto abandonado.

De ciencia, nada. Ni un fármaco sano.

Un cúmulo de precipitaciones originado en tres capas de nubes superpuestas cubrió la ciudad en un día que impidió el refugio. Un manantial de horas que arrasaron con lo que había.

Paulatinamente y en dos días más fueron muriendo los náufragos.
La humedad arruinó los órganos vivos de la mayoría.

Quedó la doncella que aún busca a su hermano.
Quedó el trovador que se refugiaba en un monte solitario.
Quedó el albino, el viejo albino que al oír los truenos elevó sus blancos ojos y dijo: “Es la hora, Atlántida está por resurgir”.

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