Hemos
sacado a pasear al perro. Hemos ordeñado a la vaca. Hemos oìdo com aullaban los
lobos y como aplaudìan las focas. Hemos cruzado la cordillera con las bufandas
de nuestras propias cabras. Han ido y venido de los demàs continentes como han
querido.
Y la
tribu sigue sacando a pasear al perro, donandonos la leche, aullentando a los
lobos y tirandoles pescados a las focas. Esquilando ovejas para abrigar sus
cuellos.
En el
medio de la aldea hay un fuego. La leyenda es clara y dice que ese fuego no se
apaga. Aùn cuando llueve y se mojan las brazas sigue saliendo un pequeño humito
ancestral que mantiene la esperanza del tiempo mejor. Hay libertad de
interpretaciòn. Como con Nostradamus.
Cuando
dicen que viene un Papa Negro, hay libertad para pensar que es negro negro o
que es negro porque es malo o que es negro màs marròn tipo mestizo.
Las
connotaciones culturales son otra cosa y van por otro lado.
En esta
aldea se respeta a los màs viejos, no por sabios sino por viejos.
A los
sabios se los respeta por sabios, es sabido y bien sabido, que no hay edad para
la intuiciòn y que no hay edad para el progreso.
No hay
prueba màs dificil para el hombre que cambiar sus hàbitos.
Y en
ese sentido parece difìcil que una persona inconsistente y cambiante pueda
tocar bien un instumento.
Los
instrumentos son sagrados.
Aca no
es cosa de que cada uno tiene sus intrumentos. O sea, puede ser que cada uno
tenga sus instrumentos. Pero el que sabe tocar la guitarra va y toca la
guitarra.
Agarra
cualquier guitarra, la afina y la toca. Como con la cocina.
El que
sabe amasar el pan no necesita la misma marca de harina cada vez.
Siempre
ayudan las buenas costumbres.
Al que
grita se lo deja gritar. Tal vez con el sueño ùltimo del escarmiento. Hay
aquello de “escarmiento no miento y no me arrepiento”. Y el que gritaba grita
toda la vida y se va quedando màs solo, pero los demàs lo saben y se adueñan
del silencio. Porque en el silencio las notas fuertes resuenan màs y peor.
Las
mujeres son las dueñas de la emociòn. Son dueñas de practicamente todo, de
todos nosotros, son nuestras madres, nuestras esposas y nuestras hermanas. Contando
a las madres y las esposas y las hermanas de èl ya estamos todos contados.
Quedan
los niños y los locos. El ùltimo tren la magia que quedaba por salir.
Muchos
tienen problemas familiares. Y a ellos se les permite viajar. Ir y venir, salir
de la aldea de vez en cuando, mirar, sacar mil fotos y escribir algunas pocas y
tontas cartas con sensaciones de profunda soledad y miseria, como extrañar al
otro, como llegar tarde a un sentimiento que volviò, que se volviò verde como
antes de madurar del àrbol.
Entonces
viajan y vuelven a viajar, como los drogadictos.
Acà
tenemos dos tipos de drogadictos. Lo que se drogan por nostalgia, los que toman
por que les duele, porque quieren un remedio y los que se drogan porque estan
aburridos y quieren un poco de joda.
Creo
que tambièn tienen problemas familiares en general. Aunque la verdad, juzgando
como juzgan todos, quièn no ha tenido algùn problema familiar.
Somos
pocos y por eso no tenemos policìa ni nada que se le parezca. Tenemos lìderes
porque cada uno tiene sus problemas y a algunos se les da por andar gritandole
a los demàs.
Pero
acà adentro todos saben que perro que ladra no muerde y que mandarse la parte es
parte de un estilo de vida miserable.
Desde
el horizonte vemos venir la autopista. No sabemos bien si estamos adentro o
afuera. Si va a pasar por acà o si van a hacerla doblar 2 kilòmetros màs y en
el caso que queramos subirnos con un coche vamos a tener que dejar lo que no
sirve y caminar hasta donde se sube.
Dicen
que hay una remota posiblidad que nos den un terreno en otro lado a cambio y
que vengan los del progreso con la topadora y nos tiren a la mierda nuestra
aldea.
No
estamos ni comiendo mal ni comiendo bien, estamos comiendo. No estamos viviendo
mal ni viviendo bien, estamos viviendo.
No
escuchamos el ruido gris. Oimos el ruido de nuestros pensamientos chocando.
No
sabemos bien què es la particula de Dios. Pero algùn tipo de espiritualidad cultivamos.
No vamos
a morir de pena, vamos a morir de amor.
En una de esas hay que sacar los codos y ponerse a remar en otro lado.