7.7.12

confesiones de invierno

Hemos sacado a pasear al perro. Hemos ordeñado a la vaca. Hemos oìdo com aullaban los lobos y como aplaudìan las focas. Hemos cruzado la cordillera con las bufandas de nuestras propias cabras. Han ido y venido de los demàs continentes como han querido.
Y la tribu sigue sacando a pasear al perro, donandonos la leche, aullentando a los lobos y tirandoles pescados a las focas. Esquilando ovejas para abrigar sus cuellos.

En el medio de la aldea hay un fuego. La leyenda es clara y dice que ese fuego no se apaga. Aùn cuando llueve y se mojan las brazas sigue saliendo un pequeño humito ancestral que mantiene la esperanza del tiempo mejor. Hay libertad de interpretaciòn. Como con Nostradamus.
Cuando dicen que viene un Papa Negro, hay libertad para pensar que es negro negro o que es negro porque es malo o que es negro màs marròn tipo mestizo.
Las connotaciones culturales son otra cosa y van por otro lado.

En esta aldea se respeta a los màs viejos, no por sabios sino por viejos.
A los sabios se los respeta por sabios, es sabido y bien sabido, que no hay edad para la intuiciòn y que no hay edad para el progreso.

No hay prueba màs dificil para el hombre que cambiar sus hàbitos.
Y en ese sentido parece difìcil que una persona inconsistente y cambiante pueda tocar bien un instumento.

Los instrumentos son sagrados.
Aca no es cosa de que cada uno tiene sus intrumentos. O sea, puede ser que cada uno tenga sus instrumentos. Pero el que sabe tocar la guitarra va y toca la guitarra.
Agarra cualquier guitarra, la afina y la toca. Como con la cocina.
El que sabe amasar el pan no necesita la misma marca de harina cada vez.

Siempre ayudan las buenas costumbres.

Al que grita se lo deja gritar. Tal vez con el sueño ùltimo del escarmiento. Hay aquello de “escarmiento no miento y no me arrepiento”. Y el que gritaba grita toda la vida y se va quedando màs solo, pero los demàs lo saben y se adueñan del silencio. Porque en el silencio las notas fuertes resuenan màs y peor.

Las mujeres son las dueñas de la emociòn. Son dueñas de practicamente todo, de todos nosotros, son nuestras madres, nuestras esposas y nuestras hermanas. Contando a las madres y las esposas y las hermanas de èl ya estamos todos contados.
Quedan los niños y los locos. El ùltimo tren la magia que quedaba por salir.

Muchos tienen problemas familiares. Y a ellos se les permite viajar. Ir y venir, salir de la aldea de vez en cuando, mirar, sacar mil fotos y escribir algunas pocas y tontas cartas con sensaciones de profunda soledad y miseria, como extrañar al otro, como llegar tarde a un sentimiento que volviò, que se volviò verde como antes de madurar del àrbol.
Entonces viajan y vuelven a viajar, como los drogadictos.
Acà tenemos dos tipos de drogadictos. Lo que se drogan por nostalgia, los que toman por que les duele, porque quieren un remedio y los que se drogan porque estan aburridos y quieren un poco de joda.

Creo que tambièn tienen problemas familiares en general. Aunque la verdad, juzgando como juzgan todos, quièn no ha tenido algùn problema familiar.

Somos pocos y por eso no tenemos policìa ni nada que se le parezca. Tenemos lìderes porque cada uno tiene sus problemas y a algunos se les da por andar gritandole a los demàs.
Pero acà adentro todos saben que perro que ladra no muerde y que mandarse la parte es parte de un estilo de vida miserable.

Desde el horizonte vemos venir la autopista. No sabemos bien si estamos adentro o afuera. Si va a pasar por acà o si van a hacerla doblar 2 kilòmetros màs y en el caso que queramos subirnos con un coche vamos a tener que dejar lo que no sirve y caminar hasta donde se sube.

Dicen que hay una remota posiblidad que nos den un terreno en otro lado a cambio y que vengan los del progreso con la topadora y nos tiren a la mierda nuestra aldea.
No estamos ni comiendo mal ni comiendo bien, estamos comiendo. No estamos viviendo mal ni viviendo bien, estamos viviendo.
No escuchamos el ruido gris. Oimos el ruido de nuestros pensamientos chocando.
No sabemos bien què es la particula de Dios. Pero algùn tipo de espiritualidad cultivamos.
No vamos a morir de pena, vamos a morir de amor.

En una de esas hay que sacar los codos y ponerse a remar en otro lado.