Contra la pared està el reloj y contra el reloj van todas las cosas peleandose para salir a la luz, como una falla donde las placas se hacen montaña.
En la calle y en los diarios los peronistas se pelean.
Los màs viejos dicen que no hay que tener miedo porque al peronismo de izquierda siempre se lo tragò primero el peronismo de derecha y luego el resto de los buitres, los que sobrevuelan como halcones desde afuera para poner un dinero en pos de la libertad de los capitalistas para hacer y deshacer negocios y trampas financieras que les permitan seguir con esta burbuja de valores ficticios con los que nos dominaron en los ùltimos siglos.
La mayorìa de las personas, màs allà de su ideologìa y su militancia, conspiran en favor del capital.
El peronismo de Cristina no es el mismo que el de Nestor. Cristina decidiò avanzar sobre la fragmentaciòn del peronismo, proponiendo la renovaciòn y apoyandose en la militancia jòven y territorial.
Rompiendo con los sectores del barro y la mugre, con la lanza del viejo botìn de los intendentes y con la mala vejez de Moyano y sus delirios de grandeza.
A Nestor en Ferro, hace años, lo vimos hablar. Y primero hablò el Dani Scioli, el surcador de rìos, el ràpido y mordaz zigzageante de las inferiores, y despuès vino Hugo y esos tiempos quedaron atràs.
Nestor se apoyaba en la liturgia del peronismo, en las canciones y las consideraciones del dogma.
Algunos, cuando muriò, se preguntaron si el verdadero problema que surgia no estaba adentro del movimiento.
Otros todavìa le tenìan miedo a Duhalde, a Ruckauf, al hijo de Alfonsìn, al hijo de Macri.
A los muertos que te puede tirar un diario.
A todas las campañas de la derecha.
Una derecha que en el mundo entero se refugia tras la màscara de los medios de comunicaciòn, de los polìticos con misteriosas aspiraciones, porque uno no puede imaginarse que es lo que mueve a un Macri, a este Franco de Paraguay, què es lo que inspirò a Piñera a querer ser el presidente, a los monigotes europeos, esos tristes chirolitas de unos cuantos banqueros que no quieren ver còmo el tsunami de la mentira, la nada de la historia sin fin, el vapor de lo etèreo se convierte en lo que es: humo, màs humo y nada màs.
¿Es que la lucha contra el comunismo terminò en una sartèn de tecnòcratas que recitan versos dictados por economistas?
¿Acaso buscan imponer la libertad de comercio irrestricta como bandera ideològica?
¿Preservar el orden natural de la especie dominante sajona por sobre nuestros mestizos con ideas de barbarie?
¿Implementar la lògica Sarmientista?
¿No parecen demasiado estos conceptos para Macri?
¿Serà simplemente demostrarle algo al padre?
¿Quièn no quiere demostrarle cosas al padre todo el tiempo?
Algunos por algùn tiempo creimos que fragmentar al peronismo era un gesto de nobleza, permitirle a la sociedad que esa caja de pandora que mezcla lo racional, lo irracional, lo mezquino con la audacia, lo burocràtico y lo espontàneo, se parta en mil pedazos para poder avanzar hacia un ordenamiento conceptual del mapa de ideologìas.
Los niños del peronismo no tienen la conciencia suficiente de lo que significarìa romper al PJ, finalmente, en 3 o 4 pedazos. Ni los niños de la izquierda la tienen.
Algunos hoy tenemos miedo tambièn de que esa fragmentaciòn deje en manos de los dèbiles la decisiòn final.
De los que dudan de què lado de la mecha encontrarse mientras el fuego va quemando y quemando y las facturas empiezan a vencer.
La mezquindad es brutal en nuestro pasado. Toda posiciòn intelectual frente a la realidad es una postura egoista. Brutalmente influida por los cuentos de Europa sobre la intelectualidad y la libertad, sobre los estudiantes y los policias.
Vivimos en un paìs al que le falta por lo menos una generaciòn de dirigentes entera asesinados por un gobierno militar financiado por las grandes democracias del mundo civilizado occidental y cobijado por nuestra aristocracia y sus periodistas.
Las democracias se desangran presionadas por los millonarios del mundo.
El conquistador sigue entre nosotros. Ahora fabrica series de televisiòn.
Aquel narcisisa lunàtico que un dìa decidiò subirse a un barco para llevar su buena nueva y hoy nos dice a travès de sus periodistas y sus computadoras que la globalizaciòn vale la pena y nos hace personas màs valiosas.
Confundir a los mentirosos con los inteligentes es un peligro, confundir a los oportunistas con los històricos es un desperdicio. Confundir los valores de otros con los nuestros es faltarnos el respeto a nosotros mismos.