como quien mira una espera

Debe haber un tipo de òrden, otro tipo de òrden, cierto tipo de òrden donde el odio derrota al amor, la muerte a la vida y la ficciòn a la realidad.
Donde un hombre fuma, bebe y piensa hasta morir. Como quien mira una espera.
Ese lugar detràs de los àrboles, donde termina el espinillo, ahì donde reina la naturaleza.

El fuego quema y todo lo arde.
Hay un lugar en esta Pampa donde un mago fabrica un ejèrcito de sombras que se preocupan por los mismos motivos que preocupan en el Estanciero. Donde los dados arriesgan y el hombre enmudece.
Pierde las palabras.

La muerte los iguala.
Aùn cuando desde los escritorios insistan en catalogar la violencia y diferenciarla para tener màs humo con una que con otra y se hable de gèneros, de edades, de condiciones, de razas y de clases.
Aùn cuando hay vidas que valen màs que las de un chorro gatillado por un cana o un pibe colgado de un paravalancha.

Todos valen uno. Como los goles.

El hombre busca liberarse sòlo con sus instintos primarios.
La vida moderna lo degrada por la frustraciòn de ser como todos, por el bombardeo de la comunidad que nos diferencia para que existamos y podamos ser parte de alguna revista.

El lenguaje confunde.
Hay quienes creen que la trascendencia espiritual llegarà con un buen uso del lenguaje.

Y se olvidan que la poesìa la inventamos para hacerles a ellos lo que ellos nos quieren hacer a nosotros. Para confundirlos y hablarles de una piedra que es un corazòn y de una llanura que es una alfombra de hormigòn donde el bobo se puede partir mil veces porque se vuelve a armar cada vez que no te mate.

Nunca debemos ofender a nadie.
Todos deben ser respetados en cada frase.

Los testigos de la repeticiòn de la historia son los de siempre. Los catòlicos que mancharàn sus manos con sangre para defender la moral represiva de la Iglesia.
Los que no creen en ensuciarse las manos porque sòlo creen en su propia pureza. En la fuerza de estar contra las cosas.

La historia pasa y se repite y la nuestra es un juego eterno donde los dados caen alternadamente de un lado y del otro. Mientras la intrascendencia de los unos y la permanencia de los otros observan còmo los movimientos de liberaciòn nacional y el combo empresario-militar aparecen y desaparecen como si en el medio no hubiera ni siquiera aire para respirar.

El caldo que estàn cultivando no es para curtir embebidos de poesìa. En el hedonismo del librepensamiento.
No es la primera vez que la derecha està forjada por un conglomerado donde todos creen que son la punta de lanza de un nuevo formato de òrden.
Moyano, Clarìn, el Cardenal, las vacas y Macri. La bendiciòn de Dios que promete menos sangre que en el Medio Oriente.

La conducta mezquina que nos caracteriza, el espìritu del boicot que nos une y todo lo que somos y lo que decimos que somos serà probado una vez màs entre diciembre y el fin de las paritarias veniderias.
La sublevaciòn de los prefectos y los gendarmes es el primer experimento desestabilizador enmascarado en conflicto salarial. Ahora tal vez tengan diez mil tipos que pueden armarse para ir a una marcha democràtica y caminar junto a los camioneros del progreso, los que llevan la leche de un tambo a un jardìn de infantes, a los catòlicos que colman las tribunas del Pro y llenan sus ollas de sangre porque esta tiranìa nos lleva inexorablemente a donde nos lleva la inflaciòn: al comunismo extremo que controla los precios.

Han sumado soldados de lujo que estàn dispuesto a boicotear un paìs mientras algunos nos llenamos la boca con flores y pajaritos, tocando la flauta de la revoluciòn consumida, viendo como se declaran la guerra los turcos y los sirios y sintiendo el latir y la pulsiòn de muerte de la humanidad, una vez màs, aburrida en sus hogares infantiles, asistiendo al calentamiento mental màs importante de la historia, dònde aquella cosa de que la tecnologìa nos liberaba fue cambiada e invertida.

Suenan los tambores, los indios no se pintan la cara ni se aferran a las causas de nadie.
Miran el cielo y sacan cuentas. Un pasacalle dice que los tiros que vos tiraste van a volver.
El abandono y la decadencia confirman una vez màs la imperfecciòn de la raza.